Los espacios de ejercicio profesional, al estar atravesados por variables sociales e históricas, son objeto de frecuentes modificaciones y ajustes en el terreno de las incumbencias para las prácticas profesionales.
Así ocurrió, por ejemplo, cuando la psicología alcanzó un despliegue social que hizo necesario reconsiderar los que hasta entonces habían sido espacios restringidos al saber médico. Surge así, luego de intensas movilizaciones y protestas de los gremios de psicólogos, una reconfiguración del espacio de la salud mental que tomó la forma de ley de ejercicio profesional de la psicología.
En la actualidad, ante extensas y profundas mutaciones en la vida cotidiana de las sociedades contemporáneas, se abren espacios que están requiriendo su reconsideración para ajustar las prácticas, abrir nuevas perspectivas, extender los alcances de las ciencias y las técnicas que componen el saber psicológico. Exploremos algunos de los interrogantes que nos arroja el tiempo en que vivimos.
- Los afectos en el centro del debate.
Durante mucho tiempo se creyó que el neoliberalismo era esencialmente la implementación, dentro de los marcos del capitalismo, de una política económica que había alcanzado su mayor despliegue en nuestra época. Fue necesario un tiempo de experimentación de esta orientación y, Foucault mediante[1], para entender que se trata mucho más que eso, que estamos en presencia de un impresionante despliegue de dispositivos tendientes a asegurar la gubernamentalidad, en el comienzo de lo que el mismo Foucault denominara “biopolítica”.
¿Y en qué consiste la particularidad de esta gubernamentalidad? En la conducción del deseo, como dice Deleuze en “Postdata”[2], en el gobierno no ya desde afuera, disciplinariamente, sino desde el interior mismo de la subjetividad contemporánea, eso que nos hace preferir la condición empresarial como modelo subjetivo, aun en contra incluso de nuestros propios intereses.
Entonces, los afectos se constituyen en un verdadero teatro de batalla en el que se juega la suerte de la humanidad misma, las chances de sobrevivir del sujeto contemporáneo. Porque, si no somos capaces de desmontar este artilugio que nos lleva a desear aquello que nos esclaviza asistiremos a la más perfecta de las tiranías: la que se configura como una servidumbre voluntaria, imposible de ser desarmada porque cuenta con la adhesión obediente de los siervos.
Admitamos que el sistema neoliberal dispone de un repertorio de seducciones nada despreciable a la hora de asegurar su reproducción. El acceso al fantástico mundo de la tecnología, por ejemplo, con sus smartphones, sus tablets, su farmacología cada vez más precisa, su espectáculo televisivo, desata su atractivo en una espiral de creciente intensidad y horizonte infinito. El mundo se ha transformado en un gigantesco anaquel en el que resplandecen las más atractivas ofertas. Los empresarios exitosos, los gerentes son ejemplos a seguir. Todo está organizado de manera tal que la vida misma se encuentra mercantilizada. Podría decirse que nuestros deseos han sido configurados como parte del muestrario del consumo.
Claro que, junto al festival del consumo, se alzan otras figuras mucho menos atractivas que, pese a la convocatoria a la fiesta de globos de colores y buenas ondas, no cesan de nublar el horizonte afectivo y generar patologías diversas muy propias de nuestro tiempo. El miedo, por ejemplo, ha ido invadiendo espacios de mayor seguridad, atacando las esferas laborales, el necesario diseño de un futuro, los vínculos entre las personas, al ritmo de una crisis económica que ensancha la brecha de la desigualdad e instala el malestar como exponente de época.
El mundo, nuestro mundo, no es algo acogedor sino algo amenazante. Los ataques de pánico, como patología de nuestro tiempo, son el exponente de todos los miedos que de pronto son capaces de paralizar a una persona, llevarla a la confusión, impedir su libre andar. Los trastornos de la atención de los niños escolares, con su fácil respuesta farmacológica, son otro terreno expresivo de los males epocales.[3]
Pero el sistema neoliberal no opera solo. Al calor de sus embates se alzan voces y acciones contrapuestas que declaran que, pese al tremendo poder de los dispositivos organizadores, “otro mundo es posible”. Y también hacen el eje en los afectos, habiendo descubierto la maniobra mercantil fundamental. Son quienes procuran organizar espacios de encuentros colectivos, estrategias de consumo responsable, huertas comunitarias, emprendimientos solidarios, centros culturales barriales, iniciativas cooperativas y, en fin, un incesante conjunto de acciones en las que el encuentro cara a cara, el compartir, puedan superar las tendencias al aislamiento individualista que promueve el sistema.
Un verdadero enfrentamiento entre la seducción mercantil y la resistencia comunitaria que marca con nitidez un rasgo de nuestra época y que, necesariamente, convoca a la investigación transdisciplinaria que pueda dar cuenta de los modos particulares en que se expresan los odios, los amores, el horror, la esperanza en los tiempos contemporáneos y que estén aportando a la conformación de nuestro particular modo de ser personas. Un ancho terreno se abre a la mirada aguda y comprometida en la búsqueda de comprender a estos sujetos situados que somos y la psicología podría aportar lo suyo indagando desde la clínica, la presencia comunitaria, la mirada hacia la trama afectiva y sus anudamientos que vibra en cada uno de nosotros y en los colectivos en los que somos capaces de expresarnos. Ese terreno también hace a nuestras incumbencias y es preciso ocuparlo ante la proliferación de gerentes mercachifles de la alegría y la defensa de la incertidumbre.
- La subjetividad cyborg,
Comunmente se acepta que un cyborg es un organismo humano implantado con componentes electrónicos cuyo más conocido exponente es Robocop. Sin embargo, sin la necesidad de implante alguno, si se entiende al cyborg como un híbrido de humano y circuitos electrónicos, hoy tenemos a nuestro alcance innumerables ejemplos de esa interacción homotecnológica y nosotros mismos somos exponentes de ese cruzamiento. ¿Qué sino un cyborg es cualquiera de nosotros pegado a un Smartphone, en una interacción hombre-máquina que parece haber establecido unos hábitos tan extendidos que suena a imposible desterrarlos? Cualquier viaje en subte nos ofrece la visión de centenares de personas, chicos y grandes, con aspecto de oficinistas u operarios, pegados a sus celulares, escuchando música, “chateando”, jugando o hablando por teléfono. Somos cyborg y eso marca tal vez el más alto grado de compromiso con la cultura cibernética, una cultura cuyos efectos sobre las subjetividades todavía está por conocerse.
El fenómeno de los big data, “noción… que designa la proliferación de datos que emanan de todas partes de manera exponencial”[4], tal vez ilumine un terreno inquietante por el que discurren nuestras existencias hoy en día y los problemas que enfrentamos en nuestra relación con las máquinas cibernéticas.
Los artificios electrónicos producen en su accionar una masa de datos cuyo volumen es inabarcable para cualquier inteligencia humana. Esto abre a la única posibilidad restante: sólo una inteligencia artificial podrá abarcar e interpretar esa masa de datos. Por ende, las máquinas son las encargadas de manipular datos, otorgarles significado y establecer vías de operación. Conclusión inquietante: las máquinas son las responsables de organizar la vida de nuestra civilización.
Esto implica la caída del ideal del hombre moderno, aquel revestido de atributos de racionalidad y capacidad de decisión sobre sus actos. Una cita de Steven Spielberg incluida por Sadin ilustra sobre este movimiento: “Los seres humanos han creado un millón de explicaciones del significado de la vida, en el arte, en la poesía, en las fórmulas matemáticas, Ciertamente, los seres humanos deben ser la clave de la significación de la existencia, pero los seres humanos ya no existen.”[5]
Aterrador diagnóstico que permite avisorar que nuestra relación con las máquinas nos empuja a mutaciones de una hondura insospechada. ¿En qué nos estamos transformando? ¿Qué características va adquiriendo nuestra subjetividad cyborg? ¿Qué pliegues de nuestra afectividad están comprometidos en este tránsito? ¿Sentimos igual ahora que antes de las máquinas?
Karl Marx, que había señalado los rasgos más importantes del capitalismo y su devenir, supo adelantar hace casi ciento cincuenta años esto que hoy se nos presenta como un angustiante problema a encarar: “En tanto que el hombre se pudo considerar como un demiurgo, como el amo cuyas manos modelaban la naturaleza, su imagen estaba salvada. Pero cuando la máquina, o el objeto técnico individual, estuvo disponible no solamente como instrumento de trabajo, sino bastándose a sí mismo en la ejecución como un individuo separado, para el hombre esto significó de golpe la pérdida de una parte esencial de su legado.”[6]
Y aquí estamos. Avanzando cada día en una simbiotizante vinculación con los artificios tecnológicos, dependiendo cada vez más de ellos, siendo reemplazados aceleradamente en las más diferentes áreas de la actividad productiva, científica, artística. ¿Tiene alguna importancia esto para los psicólogos en la comprensión de un psiquismo modulando cada vez más en clave cibernética? ¿Se abren tal vez campos nuevos para la investigación, acaso para la clínica?
Si la respuesta a estas preguntas es afirmativa, sería importante la disposición a ocupar válidamente un lugar que, de no hacerlo, quedaría librado únicamente a los abordajes medicamentosos de las neurociencias. Con el consiguiente empobrecimiento y esquematismo propios de tales enfoques.
Lic. Francisco Ferrara
Bs. As., julio de 2017
[1] Michel Foucault. Nacimiento de la biopolítica.
[2] Gilles Deleuze. Postdata a la sociedad de control.
[3] Según Franco Berardi en Generación Post Alfa, los niños actuales reciben más palabras de máquinas que de sus padres y esto debería tener algún efecto psíquico. El ADD, “Más que una enfermedad es el intento de adaptación del organismo sensible y consciente de un niño a un ambiente en el cual el contacto afectivo ha sido sustituido por flujos de información veloces y agresivos.” Pag. 75.
[4] SADIN, Eric. La humanidad aumentada. Ed, Caja Negra. Buenos Aires, 2017
[5] SADIN, Eric. Op. Sit. Pag. 132
[6] MARX, Karl. El capital.