¿Por qué no existe?
El agravamiento de las condiciones de existencia del conjunto de los sectores populares, de la mano de las políticas neoliberales vigentes, ha llevado a muchos colegas a interrogarse sobre la necesidad de nuevas formas de acción colectiva que aseguren la dignificación de la práctica profesional. Aparece así con fuerza la idea de que un sindicato propio sería la respuesta adecuada. Sin embargo, pocos reflexionan acerca de por qué no existe.
La informalidad y precarización de las tareas profesionales no es nueva, sobre todo en el inicio de la actividad, y tampoco exclusiva de los psicólogos. Pero el brusco proceso de concentración de la riqueza emprendido por Cambiemos desde hace dos años y medio ha deteriorado las condiciones de vida de toda la población, incluidos nosotros los psicólogos, tanto por la vía de la carestía generalizada como del deterioro de los ingresos.
Este factor coyuntural empalma con una tendencia cada vez más acentuada de las sociedades capitalistas a reemplazar el trabajo profesional liberal por empresas en las que la mayoría de los profesionales son trabajadores en relación de dependencia, con suerte, o meros precarizados que se desempeñan por prestación, según valores que fija de modo unilateral la empresa contratante. En nuestra realidad, es el caso de pre pagas y obras sociales, sean de gestión social o estatal.
Esta tendencia convive además con la búsqueda a futuro del reemplazo del trabajo humano vivo por el desempeño de dispositivos de inteligencia artificial, que resuelvan las consultas según la información acumulada en su base de datos. La estandarización de los procedimientos en función de protocolos de actuación, se encamina en esa dirección.
En esta situación muchos, en especial jóvenes, se interrogan sobre las capacidades gremiales de las instituciones existentes para preservar aspectos centrales de la dignidad profesional, como el ingreso disponible mediante su ejercicio. Es una buena pregunta, que debemos responder entre todos, en busca de mejorar las condiciones de nuestra actividad.
Los comienzos
Al ser la psicología una disciplina científica de surgimiento relativamente reciente, las primeras camadas de egresados son de finales de los cincuentas y nuestra Asociación de Psicólogos de Buenos Aires fue fundada en 1962, los esfuerzos iniciales estuvieron orientados a hacerle lugar en el conjunto de las que atienden el padecimiento humano. Un lugar autónomo y específico. No fue sencillo, pues hubo además que batallar contra regímenes autoritarios que veían en cualquier cuestionamiento del orden social existente una interpelación con la que debían confrontar.
Así no sólo los psicólogos fuimos puestos bajo la tutela de otros profesionales para ejercer nuestros saberes, sino que nuestras organizaciones fueron salvajemente agredidas y sus dirigentes y activistas represaliados. Una de ellas, la entonces Presidenta de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, Beatriz Perosio, desde hace cuarenta años permanece desaparecida y estuvo torturada en un campo de concentración clandestino. Pero no fue la única. Decenas de colegas y estudiantes de psicología sufrieron una suerte semejante por el sólo hecho de sostener una mirada que, en la época, era “subversiva”.
Sólo la movilización sectorial en el contexto de la recuperación popular de las instituciones democráticas, posibilitó hacer legal lo que era legítimo en 1985, después de más de 25 años de los cincuentas de batallar, dando un lugar propio a la psicología. Ese logro sustancial se obtuvo después de vencer resistencias encarnadas en aquellos que debían resignar posiciones de poder y prestigio, resistencias que no han cesado con el paso de los años y que, cada tanto se renuevan, ahora de la mano de la psicofarmacología y las neurociencias.
Desde entonces, el conjunto de nuestras entidades profesionales ha ejercido una persistente labor de vigilancia y preservación de aquella conquista, actuando ante todos los estamentos estatales para resguardar su observancia, al tiempo que se hacían esfuerzos para asegurar la jerarquización profesional tanto en la formación como en el ejercicio. Así tenemos hoy en la mayoría de las provincias Colegios creados por ley, que ponen en manos de colegas la supervisión de nuestro propio ejercicio.
¿Es suficiente esto? Por supuesto que no. Respondía a una meta, ser considerados profesionales en paridad con los demás que actúan en nuestro campo y otros de la vida social. Como lo que se buscaba no era ser trabajadores en relación de dependencia, no había necesidad de un sindicato. Aspirábamos a que nuestras competencias específicas nos habilitaran un ejercicio profesional autónomo y reconocido. Nuestras organizaciones gremiales y nuestra militancia colectiva lo lograron.
Otras metas
En la medida que el proyecto personal de sostener una consulta nutrida en privado, se convierte en un horizonte cada vez más complejo para muchos, en especial para quienes recorren los primeros tramos de la vida profesional, las condiciones de trabajo que actualmente tienen empiezan a cobrar importancia por sí mismas. No pueden ser asumidas como una transición inevitable hacia algo que será mejor. Un precio a pagar por la experiencia que habrá de rendir frutos luego.
Y aparece una nueva demanda, que es ser reconocidos como trabajadores, con los mismos derechos sociales que tienen los que se encuentran en empleos formales. La idea de la sindicalización aparece naturalmente. Argentina tiene más de 160 años de historia sindical y el significante sindicato, pese a todo, se asocia a lucha y a derechos conquistados.
Esta idea prende fuerte en este momento, entre otras cosas, porque hay una generación de jóvenes adultos que creció en democracia y pudo formarse en un tiempo de ampliación de derechos. Que hagan lío, como les pidió el Papa Francisco, es algo para celebrar, sobre todo por quienes hemos transitado largas décadas de luchas políticas y sociales. Ningún derecho se obtiene sin lucha y sin organización.
Por supuesto, una parte de ese reclamo no puede satisfacerse sólo sectorialmente. Un eventual sindicato de psicólogos no será capaz de revertir por sí mismo el tarifazo ni la desocupación o el acceso a la vivienda. Se requiere de otra política distinta a la del ajuste perpetuo que volvió con el actual gobierno. Cualquier esfuerzo gremial deberá enmarcarse en la lucha del conjunto de nuestro pueblo para tener perspectivas de éxito.
Los obstáculos
En principio, las organizaciones sindicales necesitan ser reconocidas para poder promover cambios en las condiciones de trabajo que pretenden modificar. Ese reconocimiento puede ser logrado por la vía legal o en la lucha, desde posiciones de fuerza. La vía legal tiene requisitos, entre los cuales el principal es contener a trabajadores en relación de dependencia. No es el caso de la mayoría de los prestadores de obras sociales y pre pagas, que son encuadrados como profesionales independientes, aunque no puedan establecer libremente sus honorarios.
En este caso, el primer paso a recorrer, será ser reconocidos como trabajadores en relación de dependencia. Nadie puede imaginar que las prestadoras de salud, públicas o privadas, acepten esto voluntariamente, porque incrementaría sus costos de atención, en un contexto recesivo y de alta inflación. A la inversa, es prudente anticipar un escenario de represalias, que ya han ahogado en el pasado muchos intentos semejantes a los que ahora aparecen en escena. La solución sencilla de esas empresas es bloquear derivaciones a quienes aparezcan como conflictivos. Sin pacientes no hay vínculo alguno que hacer valer.
La masificación de la profesión se los facilita, pues no faltan psicólogos formados. Sólo si se alcanzase una acción gremial fuerte y unificada, se podría tener éxito en esa lucha. Hay ejemplos de que sí se puede. Es el caso de los anestesistas, que no necesitaron formar un sindicato para hacer valer sus honorarios. Pero regularon primero el número de matriculados, que es administrado celosamente por ellos mismos para asegurarse determinadas condiciones de trabajo.
Los que si son trabajadores en relación de dependencia actualmente, probablemente estén encuadrados ya en alguna organización sindical existente y alcanzados por un convenio colectivo de trabajo. De ser así, es factible que el proceso de estructuración de una nueva organización suponga el desgajamiento de otra, que se opondrá a la merma de su espacio de representación. Es difícil además que ese proceso sea visto con simpatía por el conjunto de las organizaciones gremiales existentes, en gran medida condicionadas por su carácter de prestadoras de salud.
Estos obstáculos sumados explican por sí la inexistencia de un sindicato de psicólogos y las dificultades que afrontará cualquier proyecto de conformarlo.
¿Qué salida tiene esta situación?
La resignación no debería ser la respuesta. Tampoco la fragmentación de la representación del campo profesional. Al contrario, unificar personería daría más voz a nuestras demandas colectivas, que no se agotan por cierto en las condiciones precarias de trabajo de muchos colegas. Sumemos a una lista urgente y breve, el tema de nuestras incumbencias, hoy de nuevo amenazado y el de la vigencia precaria de la ley nacional de salud mental. No hay que ser adivino para imaginar su futuro inmediato en un panorama de ajuste estructural como el que pregona el FMI.
La incorporación de la atención psicológica a las prestaciones obligatorias de las obras sociales y pre pagas ha sido un paso sustantivo en dirección de asegurar la democratización del acceso a la salud mental. Ahora es necesario jerarquizar la remuneración de esa atención. En la misma situación se encuentran colegas de otras profesiones, con los cuales es necesario articular para lograr soluciones.
La acción gremial conjunta es lo que nos ha dado a los psicólogos en el pasado éxitos en la remoción de trabas que parecían inamovibles. Es tiempo de actualizar esa experiencia reforzando la cohesión de nuestra profesión y generar las condiciones de un accionar colectivo más potente. La división sólo facilita la persistencia de los males que nos afectan.
Lic. Alfredo Smith – Presidente APBA – M.P. 19616
Lic. Gerardo Codina – Secretario General APBA – M.N. 6612